jueves, 9 de octubre de 2008

De nombres y misterios


Ubicado sobre la Avenida más larga de Buenos Aires con la que comparte el nombre, se ubica el Parque Rivadavia, pulmón del barrio de Caballito y un testigo perenne del pasado.
El predio que ocupa el Parque pertenecía a Ambrosio Lézica. En ese lugar se ubicaba su quinta familiar; pero el 17 de julio de 1928 se transformó en un espacio público. La inauguración estaba demorada desde 1913 debido a que los herederos de don Ambrosio pretendían mayores cifras en la expropiación del predio, como así también que el Parque llevase su nombre, pero no lo lograron.
Lézica, un vivaz hombre de negocios, había incrementado su fortuna por ser proveedor de yerba y tabaco del ejército argentino en la guerra del Paraguay. “La ironía es que justo enfrente del Parque y de lo que antes era la quinta Lezica, se encuentra la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé, patrona del Paraguay” explicó Marina Bussio, miembro de la junta de estudios históricos del Caballito.
Quizás otra de las ironías que envuelven a este lugar sea que en el mismo no se halle siquiera una estatua o recordatorio de Bernardino Rivadavia, personaje cuestionado por algunos historiadores debido a su relación con los funcionarios británicos, en especial por la firma del tratado de Libre Comercio y Amistad. En cambio, en el centro del Parque se erige el monumento al libertador Simón Bolívar, militar y político, libertador de América del Sur.
Más allá de todo, uno de los datos más coloridos y misteriosos que posee el Parque es su fantasma. El espíritu de la planchadora quien habría sido degollada en la parte trasera de la quinta. Aún hoy algunos vecinos dicen escuchar sus gemidos y otros afirman haberla visto vagar en la oscuridad del Parque.

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