“Ciudad que se levanta temprano, resoplando en los hornos y las chimeneas de sus cinco frigoríficos, setenta fábricas de automóviles, máquinarias y aparatos, cincuenta metalúrgicas, cuarenta plantas químicas, treinta textileras, tres mil talleres chicos y más de cincuenta mil obreros industriales. Ciudad que se acuesta temprano, sólo quedaba un hilo de gente, en la avenida Mitre, en los cafés alrededor de la plaza Alsina, en el bar El Plata, en la confitería y pizzería La Real.”
Así pintaba al barrio con palabras al fin del capitulo Avellaneda. En esa localidad había ocurrido el asesinato que el periodista se dedicaría a investigar con la misma obstinación y rigurosidad con las que ya había reconstruido la “Operación masacre” y con las que develaría “El caso Satanovsky”.
En esas pocas páginas, el periodista y escritor describe magistralmente aquel polo industrial que era Avellaneda en la década del 60. Pero los mismos que se encargaron de quitarle brutalmente la vida a Walsh, como a tantos otros, arrasaron con el paisaje industrial que imperaba en ese entonces.
A Avellaneda todavía le restaría un golpe de gracia. Con Carlos Menem sentado en el sillón de Rivadavia. la década del 90 agudizaría la apertura neoliberal iniciada por Videla y Martínez de Hoz.. Este Modelo insertó profundos cambios que involucran a la economía, la política y la cultura. Se puso fin al modelo de Estado-Nación a través de un achicamiento del mismo que le quitó injerencia en la sociedad.
La transferencia de activos hacía el sector privado, políticas basadas en la libertad de mercado, la disciplina fiscal, el ajuste presupuestario como forma de contener la inflación, y la apertura a las importaciones de productos a un precio imposible de competir para la industria local fueron apagando los hornos y borrando del paisaje de la ciudad el humo que largaban las chimeneas.
Las fábricas de Avellaneda apenas recobrarían algo de vida en manos de los propios trabajadores, que recuperaron las instalaciones, las maquinarias y conformaron cooperativas. La literatura de Walsh, mientras tanto, crecería a un ritmo mucho más acelerado. En su justa medida.
¿Quién Mató a Rosendo?, Rodolfo Walsh